Los cuadernos de Vogli

«Pertenezco a esa parte de la humanidad —una minoría a escala planetaria pero creo que una mayoría entre mi público— que pasa gran parte de sus horas de vigilia en un mundo especial, un mundo hecho de líneas horizontales en el que las palabras van una detrás de otra y en el que cada frase y cada punto y aparte ocupan su lugar debido: un mundo que puede ser muy rico, quizá incluso más rico que el no escrito, pero que, en cualquier caso, requiere cierto trato especial para situarse dentro de él».

Italo Calvino

Teun Hock, Man at fire, 1990.

Soliloquio final del amante interior
«Luz, primera luz de la noche, como en un cuarto
En el que descansamos y, casi por nada, pensamos
Que el mundo imaginado es bien esencial.
Este es, por tanto, el más intenso rendez-vous.
Es en esta idea en la que nos recogemos,
Fuera de todas las indiferencias, en una sola cosa:
Dentro de una sola cosa, un solo chal
Que nos abriga bien, pues somos pobres, un calor,
Una luz, un poder, la milagrosa influencia.
Ahora, aquí, nos olvidamos el uno al otro y de nosotros.
Sentimos la oscuridad de un orden, una totalidad,
Un conocer, lo que arregló la cita,
Dentro de su vital circunscripción, en la mente.
Decimos: Dios y la imaginación son uno.
La candela más alta, que alta ilumina lo oscuro…
Y fuera de esta luz, de esta mente central,
Hacemos nuestra casa en el aire nocturno,
Donde estar los dos juntos es lo suficiente».
Wallace Stevens,  (traducido por Andrés Sánchez Robayna).