Los cuadernos de Vogli

«Pertenezco a esa parte de la humanidad —una minoría a escala planetaria pero creo que una mayoría entre mi público— que pasa gran parte de sus horas de vigilia en un mundo especial, un mundo hecho de líneas horizontales en el que las palabras van una detrás de otra y en el que cada frase y cada punto y aparte ocupan su lugar debido: un mundo que puede ser muy rico, quizá incluso más rico que el no escrito, pero que, en cualquier caso, requiere cierto trato especial para situarse dentro de él».

Italo Calvino

Valerie Hardy. Woman writing
«Mi madre explica muchas cosas en el cuaderno. Algunas no las entiendo, ni creo que las entienda nadie. Quizá le divierta escribir en clave, en un código secreto que nadie en el mundo podría entender, ni el mejor de los críticos, ni el más eficaz de los editores, ni siquiera mi padre. Tiene una letra más bien redondeada y firme, como de maestra. No todo es incomprensible. Hay historias bonitas de cuando la playa y sus hijas existían para ella. También hay otras tristes y muchas frases a medias. A veces las historias más tristes son las más bonitas, porque son las más verdaderas o las más comprensibles, porque es donde la veo más claramente. En las historias tristes siempre hay una parte brillante, entrañable, feliz, que se enturbia con un acontecimiento desgraciado que destruye la felicidad pero a la vez la realza porque hace conscientes a los protagonistas de la historia de lo felices que fueron o pudieron ser».
Sònia Hernández, Las niñas de la terraza, Los enfermos erróneos.